Lyrics
Ana, una mujer de cabello negro y ojos profundos, vestida con ropas sencillas pero con un aura de misterio, llegó al siguiente día junto a Mateo, un joven de aspecto pulcro y voz calmada, que portaba varios equipos electrónicos. Tras una breve inspección, Ana confirmó lo que Laura temía: la casona estaba plagada de energías oscuras, residuo de los antiguos rituales de Hugo de la Cruz.
«No estará fácil liberar esta casa», dijo Ana con gravedad, «este lugar retiene mucha ira y sufrimiento».
Mateo, por su parte, comenzó a instalar cámaras y sensores en el sótano y otras habitaciones de la casona para registrar cualquier actividad anómala. Esa noche, decidieron llevar a cabo una sesión de espiritismo en el salón principal, con la esperanza de comunicarse con las entidades y averiguar qué necesitaban para descansar en paz.
«Si hay algún espíritu presente, manifiéstate», dijo Ana con voz firme, mientras sujetaba una vela encendida en su mano. El aire se tornó helado y las luces parpadearon, hasta que finalmente todos escucharon un susurro que parecía provenir de todas partes: «Ayuda».
Laura y Joaquín se miraron con preocupación mientras Ana entraba en un trance profundo, describiendo visiones de rituales sangrientos y sacrificios oscuros. Mateo, con su equipo registrando cada detalle, comenzó a captar voces y figuras efímeras en sus monitores.
Al final de la sesión, Ana reveló que el espíritu era de Hugo de la Cruz, atrapado por sus propios errores y deseoso de redimir su alma perturbada. «Debemos llevar a cabo un ritual de liberación», declaró, «pero requerirá valor y determinación.»
Con el manual de rituales antiguos de Hugo en sus manos, Ana lideró la ceremonia, mientras Joaquín y Mateo colocaban velas en círculos precisos alrededor del sótano. Laura, nerviosa pero decidida, recitaba las oraciones en latín, guiada por Ana. Los gritos se hicieron más fuertes y agónicos a medida que avanzaban, pero ninguno de ellos se detuvo.
En un momento culminante, el sótano se llenó de una intensa luz blanca, y finalmente, el silencio reinó. Ana, exhausta, cayó de rodillas mientras Joaquín y Laura se abrazaban, sintiendo por primera vez en días un profundo alivio. Mateo, revisando los monitores, confirmó que todas las anomalías habían desaparecido.
«Lo hemos logrado», susurró Ana con una sonrisa agotada, «las almas han sido liberadas».
Con el peso de los espíritus finalmente levantado, la casona volvió a ser un hogar tranquilo y acogedor para Laura y Joaquín. Poco a poco, la oscuridad que había invadido sus vidas se disipó, y encontraron la paz que tanto anhelaban. Los eventos que vivieron fortalecieron su relación y les enseñaron el valor de enfrentar juntos sus miedos y desafíos